¿Por qué permite Dios que sucedan cosas malas?

Tener una perspectiva más amplia puede ayudarte a encontrar fortaleza en los momentos difíciles.

Un hombre se sienta junto a una mujer en una cama de hospital

¿Cómo puede un Dios amoroso permitir que Sus hijos sufran? Si Dios existe, ¿por qué no impidió que un niño fuera víctima de abuso o maltrato? ¿Por qué permitió que a una madre de tres niños pequeños se le diagnosticara cáncer terminal, o que un conductor ebrio matara a alguien?

Tal vez tengas tu propia versión de estas preguntas, como resultado de la situación más agonizante que hayas experimentado en tu vida. Incluso Jesucristo, mientras sufría en la cruz, exclamó: “¡Dios mío, Dios mío!, ¿por qué me has desamparado?” (Marcos 15:34).

Tu propósito final aquí en la tierra es llegar a ser más semejante a tu Padre Celestial antes de regresar a vivir con Él en gozo y paz para siempre. Puedes hallar fortaleza interior ante las pruebas al comprender por qué Él permite que pases por cosas dolorosas:

Para que seas mejor
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Los momentos de dificultad nos brindan oportunidades de progresar y aprender. En el libro de Isaías leemos: “He aquí te he purificado […]; te he escogido en el horno de la aflicción” (Isaías 48:10). Al igual que el calor del fuego purificador refina el mineral metálico y forja un acero más fuerte, tus dificultades te purifican y fortalecen.
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Para enseñarte empatía
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Cuando pasamos por momentos difíciles, aprendemos a sentir empatía hacia los demás. La empatía que desarrollas al experimentar nuevas dificultades te hace más semejante a Jesucristo, quien proporcionó un ejemplo perfecto para que todos nosotros lo sigamos. Debido a que Jesús sufrió y murió por todos nuestros pecados, Él entiende perfectamente lo que estás viviendo y cómo ayudarte.
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Permitir la libre voluntad
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Dios da a cada uno de Sus hijos la capacidad de escoger entre el bien y el mal. Lamentablemente, eso a veces significa que las personas inocentes sufrirán debido a las malas decisiones de otras personas. Sin embargo, Dios ha prometido que el sufrimiento no durará para siempre. En el Nuevo Testamento leemos que, después de esta vida, “enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá más muerte, ni habrá más llanto, ni clamor ni dolor, porque las primeras cosas han dejado de ser” (Apocalipsis 21:4). Todo lo que es injusto en la vida se remediará por medio de Jesucristo.
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¿Cómo puedo hallar felicidad a pesar de mis propias dificultades?

Mientras atraviesas tus propias y singulares pruebas, puedes ser fortalecido mientras te esfuerzas por seguir el ejemplo perfecto del Salvador de confiar en Dios y en Sus promesas. Él te ama y desea lo mejor para ti. Mantén una perspectiva eterna, confiando pacientemente en que tus dolores y pesares serán por un breve momento en el transcurso de tu vida eterna y que la recompensa de los justos es grande.

Sigue tomando buenas decisiones, aun cuando la vida sea difícil. La oración, el estudio de las Escrituras y el escuchar música inspiradora pueden ayudarte a sentir paz. Ayudar a los demás en lugar de centrarte en tus propios problemas puede aumentar tu sentimiento de gratitud. Apartar el día de reposo como un día de descanso y de pasar tiempo con la familia puede reducir tu estrés.

Puedes hallar gran sanación, consuelo y paz en Jesús, nuestro Salvador. En la Santa Biblia, leemos que la función del Salvador es “vendar a los quebrantados de corazón, […] proclamar libertad a los cautivos y a los prisioneros apertura de la cárcel” (Isaías 61:1). Jesús conoce tu dolor porque Él lo sintió primero. Él puede sanarte.

Silueta de un hombre al atardecer
“Y no solo esto, sino que también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia; y la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza”.

—Romanos 5:3–4 (Nuevo Testamento)

“La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón ni tenga miedo”.

—Juan 14:27 (Nuevo Testamento)

“Hijo mío, paz a tu alma; tu adversidad y tus aflicciones no serán más que por un breve momento; y entonces, si lo sobrellevas bien, Dios te exaltará”.

— Doctrina y Convenios 121:7–8

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