Jesucristo, entre dos ladrones, cuelga en la cruz

Gólgota (o Calvario)

De los muchos lugares en los que Jesucristo caminó, tal vez no hubo pasos más dolorosos que los que lo llevarían al lugar de Su crucifixión en Gólgota (llamado también Calvario), que era un cerro a las afueras de las murallas de la ciudad de Jerusalén. Allí, clavado a una cruz, se encontró con personas que se burlaban cruelmente de Él diciendo: “A otros salvó; sálvese a sí mismo” (Lucas 23:35). Pero Jesús escogió salvarnos en vez de salvarse a Sí mismo. Le pidió a Su Padre que perdonara a los soldados romanos que lo estaban crucificando, “porque no sab[ían] lo que hac[ían]” (Lucas 23:34). Estas palabras son un poderoso recordatorio de que Jesucristo padeció para que todos los hijos de Dios, incluso los que lo torturaron, tuvieran la oportunidad de cambiar y arrepentirse a fin de hallar el perdón que se obtiene por medio de Su sacrificio expiatorio.

La invitación

Practica el perdón para sentirte libre

Si Jesucristo pudo perdonar a los que le hirieron, quizá podamos encontrar la fortaleza para perdonar a las personas que nos han hecho daño. Te invitamos a probar un experimento. Piensa en alguien a quien te gustaría perdonar. Escribe una carta perdonando a esa persona. No tiene por qué ser más de unas pocas frases. Eso es todo. No tienes que enviarla. Simplemente escríbela y analiza cómo te sientes.

Preguntas para reflexionar

¿Por qué crees que Jesucristo pudo perdonar a los que le hicieron daño?

¿De qué manera nos hace daño aferrarnos al dolor que otras personas nos han causado?

¿Qué recibimos al perdonar a los que nos han hecho mal?

Pasajes de las Escrituras sobre el perdón

Mapas y representaciones

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