El camino a Jerusalén
Mientras Jesús se dirigía al sur hacia Jerusalén, a través de Galilea y Samaria, entró en una aldea sin nombre. A esta altura de Su ministerio, se había difundido la noticia de Su milagrosa capacidad de sanar a los enfermos. Al entrar en la aldea, se encontró con diez hombres que padecían de la dolorosa y desfigurante enfermedad de la lepra, que los había marginado de la sociedad. Lo llamaron, rogándole: “Maestro, ten misericordia de nosotros” (Lucas 17:13). Jesucristo les instruyó: “Id, mostraos a los sacerdotes” (Lucas 17:14), quienes determinarían que estaban limpios de su enfermedad y aptos para volver a integrarse en la sociedad. Mientras los diez hombres se dirigían a los sacerdotes, descubrieron que habían sido sanados. Se llenaron de alegría al verse libres de la terrible aflicción; sin embargo, solo uno de ellos regresó para agradecérselo a Jesús en persona. El que regresó para expresar gratitud fue recompensado cuando Jesús le declaró sano tanto física como espiritualmente.
La invitación
La gratitud es poderosa. Cuando la expresamos, la sanación que encontramos puede no ser tan visible como la que vivieron los diez leprosos, pero es igual de transformadora. Dedica un día a expresar gratitud, en persona, en línea o por teléfono. Así mismo, al igual que el leproso que regresó, no te olvides de dedicar tiempo a orar y dar gracias por la influencia de Jesucristo en tu vida.
¿A quién puedes tender una mano y expresar gratitud?
¿Qué ha sucedido en los últimos días que haya sido una bendición para ti?
¿Qué te hace sentir gratitud por Jesucristo?