La Iglesia de Jesucristo
Cuando Jesús estuvo en la tierra, Él estableció Su Iglesia. Esa misma Iglesia existe hoy en día.
Jesús estableció una Iglesia
Dios envió a Jesús no solo para salvarnos del pecado, sino para establecer la Iglesia. Cuando Jesús murió, dejó atrás algo más que poderosos sermones y enseñanzas. Dejó apóstoles, mandamientos y una organización eclesiástica básica que continuaría bendiciendo a los demás por mucho tiempo después de Su muerte. También dio a hombres justos el sacerdocio de Dios, o el poder y la autoridad para actuar en Su nombre. Es el mismo poder que Jesucristo utilizó para sanar a los enfermos, levantar a los muertos, bendecir a los afligidos y designar personas que dirigieran Su Iglesia.
La Iglesia desapareció
Conforme iba creciendo la Iglesia, los apóstoles enfrentaron un creciente caos y disensión entre los creyentes, además de una dura oposición de los no creyentes. Los apóstoles fueron martirizados y la gente empezó a estar en desacuerdo sobre los puntos básicos de las enseñanzas de Jesús. La gente comenzó a formar diferentes iglesias sin tener la autoridad de Dios para hacerlo. Esas iglesias diferían entre sí, y se apartaron de la Iglesia original de Jesucristo.
Como resultado, el cristianismo experimentó una apostasía generalizada, o un distanciamiento de las creencias religiosas básicas. La Iglesia verdadera tal como Jesús la había establecido ya no se encontraba en la tierra. La autoridad del sacerdocio de Dios para actuar en Su nombre se perdió, los principios puros se corrompieron y las verdades básicas del Evangelio fueron dispersadas entre las iglesias.
La Iglesia de Jesucristo fue restaurada
Después de siglos, Dios y Jesús llamaron a un nuevo profeta, José Smith, para restaurar la Iglesia y todas sus enseñanzas verdaderas.
José creció en humildes circunstancias en Palmyra, Nueva York. Muchas iglesias y predicadores competían por los conversos en aquella región. José no sabía a qué iglesia debía unirse, porque todas enseñaban cosas diferentes. Encontró un versículo en la Biblia que dice que, cuando una persona tiene dudas, debe preguntar a Dios, y que Él contestará.
José decidió orar. Fue a un lugar privado en un bosque y se arrodilló. Humildemente le preguntó a Dios en oración a qué iglesia debía unirse. Dios y Jesús se presentaron a él en una visión. Posteriormente, José describió así esa experiencia sagrada:
“Vi una columna de luz, más brillante que el sol, directamente arriba de mi cabeza; y esta luz gradualmente descendió hasta descansar sobre mí… Al reposar sobre mí la luz, vi en el aire arriba de mí a dos Personajes, cuyo fulgor y gloria no admiten descripción. Uno de ellos me habló, llamándome por mi nombre, y dijo, señalando al otro: Este es mi Hijo Amado: ¡Escúchalo!”. (José Smith—Historia 1:16–17).
Dios el Padre y Su Hijo Jesucristo le dijeron a José que no se uniera a ninguna de las iglesias que había. Le dijeron que, por medio de él, Jesús finalmente restauraría Su Iglesia original. José Smith llegaría a ser un profeta, tal como los profetas bíblicos de la antigüedad. Se le otorgó la autoridad del sacerdocio que se había perdido y, con ella, el poder para bautizar, para sanar a los enfermos y para llamar apóstoles y otros líderes. La Iglesia restaurada fue organizada oficialmente en 1830.