¿Qué sucederá cuando muera?
Cuando morimos, nuestro espíritu —la esencia de quienes somos— sigue vivo.
Todos pasamos por diferentes experiencias en la vida, pero en algún momento todos moriremos. Al comprender cómo la muerte encaja en el plan de Dios, puedes hallar consuelo al llorar la pérdida de un ser querido o al contemplar tu propia vida terrenal.
Antes de venir a la tierra, vivías con Dios como un espíritu sin un cuerpo físico. Al igual que tus padres aquí en la tierra te enviaron al mundo para aprender y crecer, tu Padre Celestial te envió a ti, Su hijo o hija, a la tierra para que pudieras obtener un cuerpo y aprender a llegar a ser más semejante a Él.
Dios te ama y desea que regreses a vivir con Él y con tus seres queridos con gozo y paz para siempre. Cuando muere una persona que amas, lo que se puede sentir como un fin agónico es solo una separación temporal.
¿Qué nos sucede después de morir?
Cuando morimos, nuestro espíritu —la esencia de quienes somos— sigue vivo. El espíritu de las personas que mueren va al mundo de los espíritus, que está dividido en el paraíso y la prisión, para esperar el Día del Juicio.
Para las personas buenas, el paraíso es un lugar de felicidad, donde se encuentran con familiares que fallecieron antes que ellos. El Libro de Mormón enseña que es “un estado de descanso, un estado de paz, donde descansarán de todas sus aflicciones, y de todo cuidado y pena” (Alma 40:12).
Para las personas que llevaron vidas inicuas, la prisión espiritual es un lugar infeliz donde afrontar un “conocimiento perfecto de toda [su] culpa” (2 Nefi 9:14). A las personas que no tuvieron la oportunidad en la tierra de aceptar a Jesucristo como su Salvador, o que decidieron no hacerlo, se les enseña el evangelio de Jesucristo (véase 1 Pedro 3:18–19).
Como parte del plan de Dios, Jesucristo sufrió y murió por todos nosotros, incluso por ti. Llevó una vida sin pecado en la tierra y luego sufrió por tus pecados para que, cuando te arrepientas, puedas ser digno de vivir con Dios de nuevo.
Después de sufrir por nuestros pecados en el Jardín de Getsemaní y en la cruz, Jesús murió y se levantó de entre los muertos. Su poder sobre la muerte significa que todos resucitarán. En la resurrección, tu espíritu se reunirá con tu cuerpo perfecto e inmortal, ahora libre de enfermedades y dolor.
Ni la salvación ni la resurrección serían posibles sin nuestro Salvador, Jesucristo.
Las Escrituras antiguas y la revelación moderna de Dios nos enseñan que hay más en la vida venidera que solo “el cielo” o “el infierno”. Jesús declaró: “En la casa de mi padre muchas moradas hay” (Juan 14:2). En el Juicio Final, se nos asignará a uno de los tres reinos de gloria, en función de nuestros hechos y deseos terrenales. En las Escrituras, la gloria de estos tres reinos se compara con la del sol, la de la luna y la de las estrellas.
El Reino Celestial está reservado para aquellos que siguen fielmente a Jesucristo al recibir Sus ordenanzas, guardar Sus mandamientos y arrepentirse de sus pecados. Esas personas vivirán con Dios y con Jesús para siempre y llegarán a ser “herederos de Dios, y coherederos con Cristo” (Romanos 8:17).
El Reino Terrestre será para personas honorables que decidan no aceptar el evangelio de Jesucristo en esta vida, pero que luego lo hagan en el mundo de los espíritus después de morir. También será para aquellos que no fueron valientes en seguir al Salvador. Ellos “recib[irán] de la presencia del Hijo [Jesús], mas no de la plenitud del Padre” (Doctrina y Convenios 76:77).
El Reino Telestial será el lugar para las personas que rechazaron el evangelio de Jesucristo y eligieron continuar en sus pecados.