¿Cómo puedo perdonar a otros?

No es fácil, pero cuando perdonamos, nos liberamos de nuestras cargas y sentimos una paz más grande.

Dos hombres se reconcilian y se abrazan

Jesús nos enseñó a perdonar

Cuando Jesús enseñó el Sermón del Monte, le recordó a las personas la manera en que habían sido las cosas bajo la Ley de Moisés, “ojo por ojo, y diente por diente” (ver Mateo 5:38). Luego enseñó la ley más elevada del perdón, poner la otra mejilla y “amar a tus enemigos” (ver Mateo 5:39—44).

El perdón nos hace libres

El aferrarnos a las ofensas nos recuerda constantemente nuestra molestia. Los conflictos que no se han resuelto ocupan demasiado espacio en nuestra mente. Perdemos el sueño por ellos y si no tenemos cuidado, podemos permitirles dañar nuestras relaciones.

Cuando retenemos el perdón, consumimos energía que de otra manera podría utilizarse para servir a otros y enriquecer nuestras vidas. El Libro de Mormón enseña que “existen los hombres para que tengan gozo” (ver 2 Nefi 2:25). ¿Cómo podemos tener gozo cuando estamos enfocados en nuestros pensamientos de ira, resentimiento, amargura y venganza?

Cuando elegimos perdonar, permitimos al Espíritu Santo entrar en nuestros corazones. La felicidad es una elección. No depende de las acciones de otras personas, ni de que se haga justicia. El perdón nos hace libres.

Perdonar a alguien es más fácil decir que hacer, especialmente si la ofensa es severa. A veces, se siente como que el perdón es imposible. Pero si confiamos en el Salvador, quien no solo sufrió por nuestros pecados, sino por los de ellos también, podemos encontrar fortaleza más allá de la nuestra. Ora para poder perdonar y Jesús te ayudará. Elder Kevin R. Duncan, un líder de la Iglesia dijo, “Aunque podemos ser víctima una vez, no necesitamos ser víctima dos veces llevando la carga del odio, la amargura, el dolor, (y) el resentimiento”.

El perdón es diferente a la confianza

Una vez que perdonas a alguien, puede ser que todavía te tome mucho tiempo para que confíes en ellos nuevamente. Está bien. Por ejemplo, podrías perdonar a alguien que te robó, pero eso no significa que dejes la puerta abierta a que lo hagan de nuevo. De igual manera, alguien que ha estado en una relación abusiva puede perdonar al abusador sin entrar en esa relación nuevamente. Debemos perdonar a todos, pero también debemos ser sabios para decidir confiar en alguien otra vez.

Jesús es crucificado con ladrones mientras María, su madre, y Juan el Amado lloran por Él

El ejemplo máximo de perdón

Cuando sea difícil perdonar, podemos ver hacia Jesucristo. Aún mientras colgaba en la cruz, con clavos a través de sus manos y pies, clamó a Dios, “Padre, perdónalos; porque no saben lo que hacen” (Lucas 23:34). Tal vez no tengamos la habilidad para perdonar por nuestra cuenta, pero Jesús sufrió por nuestros “dolores y aflicciones” (ver Alma 7:11), para que Él supiera como ayudarnos. A través de su gracia, nosotros podemos no solo ser perdonados, sino que podemos también tener la fortaleza para perdonar a otros.

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