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Si bien no podemos estar seguros de lo que sucedió exactamente cada día de la Semana Santa, podemos aprender del ejemplo que Jesucristo dio a lo largo de todo Su ministerio. Expande cada uno de los siguientes módulos para encontrar experiencias de aprendizaje para cada día.
El Domingo de Ramos, Jesucristo hizo Su entrada triunfal en Jerusalén mientras Sus seguidores agitaban hojas de palma y tendían mantos a Su paso. Rodearon a Jesús llenos de amor y alabanza, exclamando “¡Hosanna!”, una palabra que significa “¡sálvanos!”. Muchos de los seguidores de Jesús esperaban que Él los salvara del dominio romano, pero Sus objetivos eran de un carácter más eterno. Jesús vino a la tierra no para proporcionar una liberación de naturaleza política, sino para salvar a toda la humanidad del pecado y de la muerte.
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¿Cómo puedes tratar de seguir a Jesucristo cada día?
La entrada triunfal del Señor en Jerusalén
Durante el tiempo que Jesús estuvo en Jerusalén, visitó el templo. Allí, dentro de la casa de Su Padre, Jesús vio a varios comerciantes haciendo negocios. Jesús se consternó al ver que se profanaba un lugar de adoración y que se convertía en una “cueva de ladrones” (Marcos 11:17). Hablándoles con una autoridad indiscutible, mandó a los comerciantes y a los cambistas que se marchasen.
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¿Cómo puedes limpiar tu corazón y tu mente a fin de prepararte para escuchar las enseñanzas de Jesús?
Jesús purifica el templo
En Jerusalén, Jesús se vio rodeado de seguidores y críticos por igual. Siendo el Maestro de maestros, nunca desaprovechó la oportunidad de compartir la verdad eterna. Durante la última semana de Su vida, brindó algunas de Sus enseñanzas más perdurables, pero Sus palabras no estaban dirigidas solo a las personas presentes en ese momento. Sus enseñanzas a lo largo de todo Su ministerio también pueden bendecir nuestra vida. Mira algunas de Sus parábolas a continuación.
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¿Cómo puedes poner en práctica las lecciones de las Escrituras en tu propia vida?
La parábola de las diez vírgenes
La parábola de los talentos
A mí lo hicisteis
Recuerda a Jesucristo esta temporada
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Durante Su vida en la tierra, Jesucristo enseñó la importancia de amar a Dios y amar a los demás.
“Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante a este: Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mateo 22:37–39).
Jesús enseñó que el amar a Dios y a nuestro prójimo es el fundamento de Su Evangelio. Cerca del final de Su ministerio, Él amplió esta enseñanza cuando dijo: “Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado […]. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tenéis amor los unos por los otros” (Juan 13:34–35). Cuando tenemos amor los unos por los otros, resulta más fácil ser como Jesús: somos más pacientes, estamos más dispuestos a perdonar y somos más compasivos con quienes nos rodean.
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¿Cómo te ayuda tu amor por Dios a amar y servir a otras personas?
El gran mandamiento
Jesús observó la sagrada festividad de la Pascua con Sus apóstoles e instituyó la sagrada ordenanza de la Santa Cena, en la cual invitó a Sus discípulos a comer y beber en memoria de Él. Les enseñó acerca del poder consolador del Espíritu Santo y, sabiendo que Su tiempo con ellos pronto terminaría, les mandó que tuvieran amor los unos por los otros, como Él los había amado. Él dijo que ese amor sería una señal para los demás de que eran Sus discípulos.
Después de lo que a menudo se conoce como la Última Cena, Jesús instó a Sus apóstoles a seguirlo durante la noche hasta un tranquilo jardín que se llamaba Getsemaní. A pesar de que su Maestro les pidió que permaneciesen despiertos con Él, los discípulos exhaustos se durmieron. Solo, Jesús comenzó a orar y pronto lo invadió una agonía incomprensible. Allí, en el jardín, comenzó el proceso de tomar sobre Sí los pecados y dolores del mundo; era el comienzo de un acto de sacrificio que llegaría a su conclusión final al día siguiente en la cruz del Gólgota.
Más tarde aquella noche, Judas Iscariote traicionó al Salvador ante las autoridades locales, quienes arrestaron a Jesús y lo llevaron a la casa de Caifás, el sumo sacerdote. Allí, Jesús esperaría Su juicio hasta la mañana siguiente.
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Jesús instituyó la Santa Cena para que siempre lo recordemos a Él y Su sacrificio. ¿Cómo puedes honrarlo y recordarlo diariamente?
La Última Cena
El Salvador sufre en Getsemaní
Después de una serie de juicios sin defensa, Jesucristo fue sentenciado a la muerte por crucifixión. Los soldados romanos se burlaron de Él, lo azotaron y lo clavaron en la cruz, pero en vez de condenarlos, Jesucristo suplicó a Su Padre: “perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lucas 23:34). Incluso en los momentos más oscuros que Él pasó, Jesús habló del amor y la redención. En Su último aliento, Jesús se dirigió a Su Padre: “Consumado es”, dijo (Juan 19:30). Un testimonio insólito provino de un centurión romano y de aquellos que estaban con él: “¡Verdaderamente este era el Hijo de Dios!” (Mateo 27:54). Llegar a saberlo hoy en día es tan asombroso como lo fue entonces.
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Jesucristo es el ejemplo supremo de perdón. ¿Cómo puedes perdonarte más a ti mismo y a las demás personas que hay en tu vida?
Jesús es condenado ante Pilato
Jesús es azotado y crucificado
Es difícil imaginar la angustia que los seguidores de Jesucristo sin duda sintieron el día siguiente a Su muerte. La noche anterior, Su cuerpo se había preparado y colocado amorosamente en un sepulcro. Ahora ellos debían determinar cómo la vida podría seguir adelante sin Él. Casi con toda certeza, Su muerte les había arrebatado algo, pero lo que habían perdido no era nada comparado con todo lo que Su vida les había dado. Ya sea que lo entendieran o no, Jesucristo había forjado un nuevo camino para todos los que lo siguieran, uno iluminado por una esperanza que brilla más que cualquier oscuridad con la que nos podamos encontrar.
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¿En qué ocasiones te ha ayudado Jesús a hallar consuelo en tiempos difíciles?
Jesús es colocado en un sepulcro
Temprano por la mañana, María Magdalena, una amiga y seguidora de Jesús, acudió al sepulcro para ocuparse del cuerpo de Jesucristo. Para su asombro, encontró el sepulcro vacío. Más tarde, mientras lloraba fuera del sepulcro, un hombre se dirigió a ella: un hortelano, supuso ella. Pero entonces la llamó por su nombre: “María”. Y ella vio; era Jesucristo, nuevamente vivo. Ese conocimiento era demasiado maravilloso como para retenerlo para sí, así que su fe la impulsó a correr llena de gozo para contárselo a los demás.
Este es un testimonio que sigue impulsando a las personas hoy en día. Tú puedes saber, al igual que ella, que Jesucristo vive. Gracias a Él, todos volveremos a vivir. Si seguimos a Cristo, podemos hallar la verdadera felicidad en la tierra, y esperar con anhelo el gozo eterno en la vida venidera.
Gracias por participar con nosotros durante la Semana Santa. A medida que lees los siguientes versículos, reflexiona sobre todo lo que has aprendido esta semana.
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¿Qué sentimientos experimentas cuando piensas en la Resurrección de Jesucristo?
Las buenas nuevas
Jesús ha resucitado
Acércate más a Jesucristo esta Semana Santa, y cada semana. Los misioneros te pueden ayudar.
El cambio es posible. Comienza tu trayecto hoy reuniéndote con los misioneros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Solicita una visita.
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Mateo 21:1–11
1 Y cuando se acercaron a Jerusalén y llegaron a Betfagé, al monte de los Olivos, entonces Jesús envió a dos discípulos,
2 diciéndoles: Id a la aldea que está delante de vosotros, y enseguida hallaréis un asna atada y un pollino con ella; desatadla y traédmelos.
3 Y si alguien os dice algo, decid: El Señor los necesita. Y enseguida los enviará.
4 Y todo esto aconteció para que se cumpliese lo que fue dicho por el profeta, cuando dijo:
5 Decid a la hija de Sion: He aquí, tu Rey viene a ti, manso y sentado sobre un asna, y sobre un pollino, hijo de animal de carga.
6 Entonces los discípulos fueron e hicieron como Jesús les mandó;
7 ay trajeron el asna y el pollino, y pusieron sobre ellos sus mantos; y él se sentó encima.
8 Y la multitud, que era muy numerosa, tendía sus mantos en el camino; y otros cortaban ramas de los árboles y las tendían en el camino.
9 Y las multitudes que iban delante de él y las que iban detrás aclamaban, diciendo: ¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!
10 Y al entrar él en Jerusalén, toda la ciudad se alborotó, diciendo: ¿Quién es este?
11 Y la gente decía: Este es Jesús, el profeta, de Nazaret de Galilea.
Lucas 19:29–44
29 Y aconteció que, llegando cerca de Betfagé y de Betania, al monte que se llama de los Olivos, envió a dos de sus discípulos,
30 diciendo: Id a la aldea de enfrente, y al entrar en ella, hallaréis un pollino atado en el que ningún hombre ha montado jamás; desatadlo y traedlo.
31 Y si alguien os pregunta: ¿Por qué lo desatáis?, le responderéis así: Porque el Señor lo necesita.
32 Y fueron los que habían sido enviados y hallaron como les dijo.
33 Y cuando desataban ellos el pollino, sus dueños les dijeron: ¿Por qué desatáis el pollino?
34 Y ellos dijeron: Porque el Señor lo necesita.
35 Y lo trajeron a Jesús; y habiendo echado sus mantos sobre el pollino, subieron a Jesús encima de aquel.
36 Y yendo él, tendían sus mantos por el camino.
37 Y cuando llegaban ya cerca de la bajada del monte de los Olivos, toda la multitud de los discípulos, regocijándose, comenzó a alabar a Dios a gran voz por todas las maravillas que habían visto,
38 diciendo: ¡Bendito el Rey que viene en el nombre del Señor; paz en el cielo y gloria en las alturas!
39 Entonces, algunos de los fariseos de entre la multitud le dijeron: Maestro, reprende a tus discípulos.
40 Y él, respondiendo, les dijo: Os digo que si estos callaran, las piedras clamarían.
41 Y cuando llegó cerca de la ciudad, al verla, lloró por ella,
42 diciendo: ¡Oh, si también tú hubieras sabido, al menos en este tu día, lo que es para tu paz! Pero ahora está encubierto a tus ojos.
43 Porque vendrán días sobre ti en que tus enemigos te cercarán con baluarte, y te sitiarán y por todas partes te acosarán,
44 y te derribarán a tierra, y a tus hijos dentro de ti; y no dejarán en ti piedra sobre piedra, por cuanto no conociste el tiempo de tu visitación.
Marcos 11:15–18
15 Vinieron, pues, a Jerusalén; y entrando Jesús en el templo, comenzó a echar fuera a los que vendían y compraban en el templo; y volcó las mesas de los cambistas y las sillas de los que vendían palomas;
16 y no consentía que nadie atravesara el templo llevando utensilio alguno.
17 Y les enseñaba, diciendo: ¿No está escrito: Mi casa, casa de oración será llamada para todas las naciones? Pero vosotros la habéis hecho cueva de ladrones.
18 Y lo oyeron los escribas y los principales sacerdotes, y buscaban cómo quitarle la vida; porque le tenían miedo, por cuanto todo el pueblo estaba maravillado de su doctrina.
Mateo 22:36–40
36 Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento de la ley?
37 Y Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu mente.
38 Este es el primero y grande mandamiento.
39 Y el segundo es semejante a este: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.
40 De estos dos mandamientos dependen toda la ley y los profetas.
Mateo 25:34–45
34 Entonces el Rey dirá a los que estén a su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo.
35 Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis;
36 estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis estuve en la cárcel, y vinisteis a mí.
37 Entonces los justos le responderán, diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te sustentamos?, ¿o sediento y te dimos de beber?
38 ¿Y cuándo te vimos forastero y te recogimos?, ¿o desnudo y te cubrimos?
39 ¿O cuándo te vimos enfermo o en la cárcel, y fuimos a verte?
40 Y respondiendo el Rey, les dirá: De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos, mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis.
41 Entonces dirá también a los que estén a la izquierdo: Apartaos de mí, malditos al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles.
42 Porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber;
43 fui forastero, y no me recogisteis; estuve desnudo, y no me cubristeis; enfermo y en la cárcel, y no me visitasteis.
44 Entonces también ellos le responderán, diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, o sediento, o forastero, o desnudo, o enfermo o en la cárcel, y no te servimos?
45 Entonces les responderá, diciendo: De cierto os digo que en cuanto no lo hicisteis a uno de estos más pequeños tampoco a mí lo hicisteis.
Juan 15:9–12
9 Como el Padre me ha amado, así también yo os he amado; permaneced en mi amor.
10 Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor.
11 Estas cosas os he hablado para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea completo.
12 Este es mi mandamiento: Que os améis los unos a los otros, como yo os he amado.
Mateo 22:34–40
34 Entonces los fariseos, al oír que había hecho callar a los saduceos, se reunieron a una.
35 Y uno de ellos, intérprete de la ley, preguntó para tentarle, diciendo:
36 Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento de la ley?
37 Y Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma y con toda tu mente.
38 Este es el primero y grande mandamiento.
39 Y el segundo es semejante a este: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.
40 De estos dos mandamientos dependen toda la ley y los profetas.
Lucas 22:14-20, 39-54
14 Y cuando llegó la hora, se sentó a la mesa, y con él los doce apóstoles.
15 Y les dijo: En gran manera he deseado comer con vosotros esta Pascua antes que yo padezca,
16 porque os digo que no comeré más de ella hasta que se cumpla en el reino de Dios.
17 Y tomando la copa, después de haber dado gracias, dijo: Tomad esto y repartidlo entre vosotros,
18 porque os digo que no beberé más del fruto de la vid hasta que el reino de Dios venga.
19 Entonces tomó el pan, y habiendo dado gracias, lo partió y les dio, diciendo: Esto es mi cuerpo, que por vosotros es dado; haced esto en memoria de mí.
20 Asimismo, tomó también la copa, después que hubo cenado, diciendo: Esta copa es el nuevo convenio en mi sangre, que por vosotros se derrama.
39 Y saliendo, se fue, como solía, al monte de los Olivos; y sus discípulos también le siguieron.
40 Y cuando llegó a aquel lugar, les dijo: Orad para que no entréis en tentación.
41 Y él se apartó de ellos a una distancia como de un tiro de piedra; y puesto de rodillas oró,
42 diciendo: Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya.
43 Entonces se le apareció un ángel del cielo para fortalecerle.
44 Y estando en agonía, oraba más intensamente; y era su sudor como grandes gotas de sangre que caían a tierra.
45 Y cuando se levantó de la oración y fue a sus discípulos, los halló durmiendo a causa de la tristeza;
46 y les dijo: ¿Por qué dormís? Levantaos y orad para que no entréis en tentación.
47 Mientras él aún hablaba, he aquí llegó una turba; y el que se llamaba Judas, uno de los doce, iba delante de ellos y se acercó a Jesús para besarlo.
48 Entonces Jesús le dijo: Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del Hombre?
49 Y al ver los que estaban con él lo que iba a suceder, le dijeron: Señor, ¿heriremos a espada?
50 Y uno de ellos hirió a un siervo del sumo sacerdote y le cortó la oreja derecha.
51 Entonces, respondiendo Jesús, dijo: Dejad, basta ya. Y tocando su oreja, le sanó.
52 Y Jesús dijo a los que habían venido a él, los principales sacerdotes, y los oficiales del templo y los ancianos: ¿Así como contra un ladrón habéis salido con espadas y con palos?
53 Habiendo estado con vosotros cada día en el templo, no extendisteis las manos contra mí; mas esta es vuestra hora y la de la potestad de las tinieblas.
54 Y apresándole, le llevaron y le condujeron a casa del sumo sacerdote. Y Pedro le seguía de lejos.
Mateo 26:36–57
36 Entonces llegó Jesús con ellos a un lugar que se llama Getsemaní, y dijo a sus discípulos: Sentaos aquí, mientras voy allí y oro.
37 Y tomando consigo a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, comenzó a entristecerse y a angustiarse en gran manera.
38 Entonces Jesús les dijo: Mi alma está muy triste hasta la muerte; quedaos aquí y velad conmigo.
39 Y yéndose un poco más adelante, se postró sobre su rostro, orando y diciendo: Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú.
40 Y vino a sus discípulos y los halló durmiendo, y dijo a Pedro: ¿Así que no habéis podido velar conmigo una hora?
41 Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil.
42 Otra vez fue y oró por segunda vez, diciendo: Padre mío, si no puede pasar de mí esta copa sin que yo la beba, hágase tu voluntad.
43 Y vino otra vez y los halló durmiendo, porque los ojos de ellos estaban cargados de sueño.
44 Y dejándolos, se fue de nuevo y oró por tercera vez, diciendo las mismas palabras.
45 Entonces vino a sus discípulos y les dijo: Dormid ya, y descansad. He aquí ha llegado la hora, y el Hijo del Hombre es entregado en manos de pecadores.
46 ¡Levantaos, vamos! He aquí ha llegado el que me entrega.
47 Mientras todavía hablaba, he aquí llegó Judas, uno de los doce, y con él mucha gente con espadas y con palos, de parte de los principales sacerdotes y de los ancianos del pueblo.
48 Y el que le entregaba les había dado señal, diciendo: Al que yo bese, ese es; prendedle.
49 Y enseguida se acercó a Jesús y dijo: Salve, Maestro. Y le besó.
50 Y Jesús le dijo: Amigo, ¿a qué vienes? Entonces se acercaron, y echaron mano a Jesús y le prendieron.
51 Y he aquí, uno de los que estaban con Jesús, extendiendo la mano, sacó su espada, e hirió a un siervo del sumo sacerdote y le cortó la oreja.
52 Entonces Jesús le dijo: Vuelve tu espada a su lugar, porque todos los que tomen espada, a espada perecerán.
53 ¿Acaso piensas que no puedo orar a mi Padre ahora, y que él no me daría más de doce legiones de ángeles?
54 ¿Cómo, pues, se cumplirían las Escrituras de que así debe suceder?
55 En aquella hora dijo Jesús a la gente: ¿Así como contra un ladrón habéis salido con espadas y con palos para prenderme? Cada día me sentaba con vosotros enseñando en el templo, y no me prendisteis.
56 Mas todo esto ha sucedido para que se cumplan las Escrituras de los profetas. Entonces todos los discípulos, dejándole, huyeron.
57 Y los que prendieron a Jesús le llevaron a Caifás, el sumo sacerdote, donde los escribas y los ancianos estaban reunidos.
Mateo 26:59–75
59 Y los principales sacerdotes, y los ancianos y todo el consejo buscaban falso testimonio contra Jesús, para entregarlo a la muerte;
60 pero no lo hallaron, aunque muchos testigos falsos se presentaban; mas al fin vinieron dos testigos falsos,
61 que dijeron: Este dijo: Puedo derribar el templo de Dios y en tres días reedificarlo.
62 Y levantándose el sumo sacerdote, le dijo: ¿No respondes nada? ¿Qué testifican estos contra ti?
63 Mas Jesús callaba. Entonces el sumo sacerdote le dijo: Te conjuro por el Dios viviente, que nos digas si eres tú el Cristo, el Hijo de Dios.
64 Jesús le dijo: Tú lo has dicho; y además os digo que desde ahora veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del poder de Dios, y viniendo en las nubes del cielo.
65 Entonces el sumo sacerdote rasgó sus vestiduras, diciendo: ¡Ha blasfemado! ¿Qué más necesidad tenemos de testigos? He aquí, ahora mismo habéis oído su blasfemia.
66 ¿Qué os parece? Y respondiendo ellos, dijeron: ¡Es culpable de muerte!
67 Entonces le escupieron en el rostro y le dieron de puñetazos; y otros le abofeteaban,
68 diciendo: Profetízanos tú, Cristo, quién es el que te ha golpeado.
69 Y Pedro estaba sentado fuera en el patio; y se acercó a él una criada, diciendo: Tú también estabas con Jesús, el galileo.
70 Pero él negó delante de todos, diciendo: No sé lo que dices.
71 Y saliendo él a la puerta, le vio otra y dijo a los que estaban allí: También este estaba con Jesús de Nazaret.
72 Y negó otra vez con juramento: No conozco al hombre.
73 Y un poco después se acercaron los que estaban por allí y dijeron a Pedro: Verdaderamente también tú eres de ellos, porque aun tu manera de hablar te descubre.
74 Entonces él comenzó a maldecir y a jurar, diciendo: ¡No conozco al hombre! Y enseguida cantó el gallo.
75 Entonces se acordó Pedro de las palabras que Jesús le había dicho: Antes que cante el gallo, me negarás tres veces. Y saliendo fuera, lloró amargamente.
Mateo 27:1–61
1 Y cuando llegó la mañana, todos los principales sacerdotes y los ancianos del pueblo entraron en consejo contra Jesús, para entregarle a muerte.
2 Y lo llevaron atado y lo entregaron a Poncio Pilato, el gobernador.
3 Entonces Judas, el que le había entregado, viendo que era condenado, devolvió arrepentido las treinta piezas de plata a los principales sacerdotes y a los ancianos,
4 diciendo: Yo he pecado entregando sangre inocente. Pero ellos dijeron: ¿Qué nos importa a nosotros? ¡Allá tú!
5 Entonces, arrojando las piezas de plata en el templo, salió, y fue y se ahorcó.
6 Y los principales sacerdotes, tomando las piezas de plata, dijeron: No es lícito echarlas en el tesoro, porque es precio de sangre.
7 Pero después de haber deliberado, compraron con ellas el campo del alfarero, para sepultura de los extranjeros.
8 Por lo cual aquel campo se ha llamado Campo de Sangre hasta el día de hoy.
9 Entonces se cumplió lo que fue dicho por el profeta Jeremías, cuando dijo: Y tomaron las treinta piezas de plata, precio del apreciado, que fue fijado por los hijos de Israel;
10 y las dieron para el campo del alfarero, como me ordenó el Señor.
11 Y Jesús estaba de pie delante del gobernador; y el gobernador le preguntó, diciendo: ¿Eres tú el Rey de los judíos? Y Jesús le dijo: Tú lo dices.
12 Y al ser acusado por los principales sacerdotes y por los ancianos, nada respondió.
13 Pilato entonces le dijo: ¿No oyes cuántas cosas testifican contra ti?
14 Pero Jesús no le respondió ni una palabra, de tal manera que el gobernador se maravillaba mucho.
15 Y, en el día de la fiesta, acostumbraba el gobernador soltar un preso al pueblo, el que quisiesen.
16 Y tenían entonces un preso famoso que se llamaba Barrabás.
17 Y habiéndose ellos reunido, les dijo Pilato: ¿A quién queréis que os suelte? ¿A Barrabás o a Jesús, que es llamado el Cristo?,
18 porque sabía que por envidia le habían entregado.
19 Y estando él sentado en el tribunal, su esposa le mandó decir: No tengas nada que ver con ese justo, porque hoy he padecido muchas cosas en sueños por causa de él.
20 Pero los principales sacerdotes y los ancianos persuadieron al pueblo de que pidiese a Barrabás, y de que se diese muerte a Jesús.
21 Y respondiendo el gobernador, les dijo: ¿A cuál de los dos queréis que os suelte? Y ellos dijeron: ¡A Barrabás!
22 Pilato les dijo: ¿Qué, pues, haré con Jesús, que es llamado el Cristo? Le dijeron todos: ¡Sea crucificado!
23 Y el gobernador les dijo: Pues, ¿qué mal ha hecho? Pero ellos gritaban más, diciendo: ¡Sea crucificado!
24 Y viendo Pilato que nada adelantaba, sino que se hacía más alboroto, tomó agua y se lavó las manos delante del pueblo, diciendo: Inocente soy yo de la sangre de este justo. ¡Allá vosotros!
25 Y respondiendo todo el pueblo, dijo: Su sangre sea sobre nosotros y sobre nuestros hijos.
26 Entonces les soltó a Barrabás; y habiendo azotado a Jesús, le entregó para ser crucificado.
27 Entonces los soldados del gobernador llevaron a Jesús al pretorio y reunieron alrededor de él a toda la compañía;
28 y desnudándole, le echaron encima un manto de escarlata;
29 y pusieron sobre su cabeza una corona tejida de espinas, y una caña en su mano derecha; e hincando la rodilla delante de él, se burlaban de él, diciendo: ¡Salve, Rey de los judíos!
30 Y escupiendo en él, tomaron la caña y le golpeaban la cabeza.
31 Y después que le hubieron escarnecido, le quitaron el manto, y le pusieron sus ropas y le llevaron para crucificarle.
32 Y al salir, hallaron a un cireneo que se llamaba Simón; a este obligaron a que llevase la cruz.
33 Y cuando llegaron al lugar llamado Gólgota, que significa: Lugar de la Calavera,
34 le dieron de beber vinagre mezclado con hiel; pero después de haberlo probado, no quiso beberlo.
35 Y después que le hubieron crucificado, repartieron entre sí sus ropas, echando suertes, para que se cumpliese lo que fue dicho por el profeta: Se repartieron mis ropas, y sobre mi ropa echaron suertes.
36 Y sentados le custodiaban allí.
37 Y pusieron sobre su cabeza su acusación escrita: Este ES JESÚS, EL REY DE LOS JUDÍOS.
38 Entonces crucificaron con él a dos ladrones, uno a la derecha y otro a la izquierda.
39 Y los que pasaban le injuriaban, meneando la cabeza,
40 y diciendo: Tú, el que derribas el templo y en tres días lo reedificas, sálvate a ti mismo; si eres el Hijo de Dios, desciende de la cruz.
41 De esta manera también los principales sacerdotes, escarneciéndole con los escribas y los fariseos y los ancianos, decían:
42 A otros salvó, pero a sí mismo no puede salvarse. Si es el Rey de Israel, descienda ahora de la cruz, y creeremos en él.
43 Confió en Dios; líbrele ahora si le quiere, porque ha dicho: Soy el Hijo de Dios.
44 También le insultaban los ladrones que estaban crucificados con él.
45 Y desde la hora sexta hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena.
46 Y cerca de la hora novena, Jesús clamó a gran voz, diciendo: ¡Elí, Elí!, ¿lama sabactani? Esto es: ¡Dios mío, Dios mío!, ¿por qué me has desamparado?
47 Y algunos de los que estaban allí, al oírle, decían: A aElías llama este.
48 Y enseguida, corriendo uno de ellos, tomó una esponja, y la empapó de vinagre, y poniéndola en una caña, le dio de beber.
49 Pero los otros decían: Deja, veamos si viene Elías a librarle.
50 Mas Jesús, habiendo otra vez clamado a gran voz, entregó el espíritu.
51 Y he aquí, el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo; y la tierra tembló y las rocas se partieron;
52 y se abrieron los sepulcros, y muchos cuerpos de santos que habían comido se levantaron;
53 y saliendo de los sepulcros, después de la resurrección de Jesús, vinieron a la santa ciudad y se aparecieron a muchos.
54 Y cuando el centurión y los que estaban con él custodiando a Jesús vieron el terremoto y las cosas que habían sido hechas, temieron en gran manera y dijeron: ¡Verdaderamente este era el Hijo de Dios!
55 Y estaban allí muchas mujeres mirando de lejos, las cuales habían seguido a Jesús desde Galilea, sirviéndole,
56 entre las cuales estaban María Magdalena, y María la madre de Jacobo y de José, y la madre de los hijos de Zebedeo.
57 Y al atardecer, vino un hombre rico de Arimatea, llamado José, que también había sido discípulo de Jesús.
58 Este fue a Pilato y pidió el cuerpo de Jesús; entonces Pilato mandó que se le diese el cuerpo.
59 Y tomando José el cuerpo, lo envolvió en una sábana limpia
60 y lo puso en su sepulcro nuevo, que había labrado en la peña; y después de haber hecho rodar una gran piedra a la entrada del sepulcro, se fue.
61 Y estaban allí María Magdalena y la otra María, sentadas delante del sepulcro.
Juan 14:15–16, 26–27
15 Si me amáis, guardad mis mandamientos.
16 Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre:
26 Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que os he dicho.
27 La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón ni tenga miedo.
Mateo 27:55–61
55 Y estaban allí muchas mujeres mirando de lejos, las cuales habían seguido a Jesús desde Galilea, sirviéndole,
56 entre las cuales estaban María Magdalena, y María la madre de Jacobo y de José, y la madre de los hijos de Zebedeo.
57 Y al atardecer, vino un hombre rico de Arimatea, llamado José, que también había sido discípulo de Jesús.
58 Este fue a Pilato y pidió el cuerpo de Jesús; entonces Pilato mandó que se le diese el cuerpo.
59 Y tomando José el cuerpo, lo envolvió en una sábana limpia
60 y lo puso en su sepulcro nuevo, que había labrado en la peña; y después de haber hecho rodar una gran piedra a la entrada del sepulcro, se fue.
61 Y estaban allí María Magdalena y la otra María, sentadas delante del sepulcro.
John 14:26–27
26 But the Comforter, which is the Holy Ghost, whom the Father will send in my name, he shall teach you all things, and bring all things to your remembrance, whatsoever I have said unto you.
27 Peace I leave with you, my peace I give unto you: not as the world giveth, give I unto you. Let not your heart be troubled, neither let it be afraid.
Juan 20:1–18
1 Y el primer día de la semana, María Magdalena fue de mañana al sepulcro, siendo aún oscuro; y vio quitada la piedra del sepulcro.
2 Entonces corrió, y fue a Simón Pedro y al otro discípulo, a quien amaba Jesús, y les dijo: Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde le han puesto.
3 Y salieron Pedro y el otro discípulo y fueron al sepulcro.
4 Y corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió más aprisa que Pedro y llegó primero al sepulcro.
5 E inclinándose a mirar, vio los lienzos puestos allí, pero no entró.
6 Entonces llegó Simón Pedro siguiéndole, y entró en el sepulcro y vio los lienzos puestos allí,
7 y el sudario que había estado sobre su cabeza, no puesto con los lienzos, sino enrollado en un lugar aparte.
8 Entonces entró también el otro discípulo que había venido primero al sepulcro, y vio y creyó.
9 Pues aún no habían entendido la Escritura, que era necesario que él resucitase de entre los muertos.
10 Y volvieron los discípulos a los suyos.
11 Pero María estaba fuera llorando junto al sepulcro; y mientras lloraba, se inclinó para mirar dentro del sepulcro;
12 y vio a dos ángeles con ropas blancas que estaban sentados, el uno a la cabecera y el otro a los pies, donde el cuerpo de Jesús había sido puesto.
13 Y le dijeron: Mujer, ¿por qué lloras? Les dijo: Porque se han llevado a mi Señor, y no sé dónde le han puesto.
14 Y cuando hubo dicho esto, se volvió y vio a Jesús que estaba allí; pero no sabía que era Jesús.
15 Jesús le dijo: Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas? Ella, pensando que era el hortelano, le dijo: Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo lo llevaré.
16 Jesús le dijo: ¡María! Volviéndose ella, le dijo: ¡Raboni!, que quiere decir, Maestro.
17 Jesús le dijo: No me toques, porque aún no he subido a mi Padre; pero ve a mis hermanos y diles: Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios.
18 Fue María Magdalena entonces a dar las nuevas a los discípulos de que había visto al Señor y que él le había dicho estas cosas.
1 Corintios 15:20–22
20 Pero ahora Cristo ha resucitado de entre los muertos; y llegó a ser primicias de los que durmieron.
21 Porque por cuanto la muerte entró por un hombre, también por un hombre la resurrección de los muertos.
22 Porque así como en Adán todos mueren, así también en Cristo todos serán vivificados.